Las rabietas, esos estallidos emocionales que caracterizan la infancia, se manifiestan de diversas formas, cada una con sus matices y particularidades. Existen varios tipos de rabietas que podemos diferenciar en los niños y niñas:

  • Rabietas prevenibles y evitables:
    Relacionadas con necesidades básicas como hambre, sueño o cambios en las rutinas diarias. Mejorables mediante anticipación y comprensión de las señales de los niños.
  • Rabietas prevenibles pero inevitables:
    Vinculadas a su seguridad, salud o a las normas del hogar. Necesitan ser manejadas con sensibilidad y firmeza para establecer límites.
  • Rabietas imposibles de gestionar:
    Momentos de descarga de tensiones puntuales en la vida cotidiana. Requieren comprensión y acompañamiento más que soluciones prácticas.

¿Cómo podemos afrontar estas explosiones emocionales de manera efectiva y respetuosa?

Anticípación: Los padres ya conocemos los momentos de riesgo durante el día. Recuerde llevar siempre la mochila de “súper mami o súper papi” con todo lo necesario para emergencias: comida, bebida, juguetes… para momentos que te pillan fuera de casa o que rompen la rutina del día a día.

Evita romper los horarios demasiado: Ellos tienen un ritmo diferente al adulto: comen antes, necesitan descansar y estar en lugares tranquilos no demasiado bulliciosos. Como padres, a veces, es difícil cuadrar todos los horarios, pero funciona!!!!!

Ayúdale a situarse en espacio tiempo ajustándose a su edad. Hacer un calendario grande con colores y fotos o dibujos ilustrando las actividades planeadas para la semana, para que reconozcan las actividades de una forma visual les suele tranquilizar y situar bastante (desayuno, juego, cuento, comida, siesta, paseo, merienda, baño…). Ayudan en la prevención de rabietas cuando lo acompañamos de un lenguaje adecuado. Por ejemplo, “recuerda que después de la ducha tenemos el rato del juego, ves. Si nos duchamos rápidamente tendremos más tiempo para jugar” de esta forma el foco se pone en lo que va después “del momento crítico” como podría ser la ducha. 

Fomenta su autonomía: A veces los niños se frustran porque quieren hacer cosas ellos solos. Vestirse, poner la mesa, limpiar la casa o asearse se pueden convertir en tareas que les enseñan responsabilidad y les ayudan a sentirse útiles. Estas acciones pueden convertirse en juego para ellos si les organizamos los espacios de forma adecuada. Por ejemplo: podemos poner su ropa y sus zapatos en la parte baja del armario para que pueda elegir lo que prefieran ponerse. Lo mismo en el baño usando material adaptado como alzas o colocando los elementos de higiene a su altura. De la misma forma con los útiles para poner la mesa, colocando todo lo necesario en los cajones bajos de la cocina.

Pon límites de forma positiva con estrategias de comunicación adecuadas. Es útil marcar pocas normas pero lo más concretas y claras posibles, que han de ser aplicadas inmediatamente. Han de ser enunciadas en positivo y para todos los miembros de la familia. No sólo los niños. “En esta casa todos nos tratamos con cariño, por eso respetamos el turno de palabra y nos hablamos con respeto sin insultos ni gritos”

Permite la descarga de adrenalina acumulada por tensiones cotidianas. En estos momentos tan sólo podemos acompañarlos en la rabieta, abrazarlos o prevenir que se hagan daño. Hablar después de que se le pase.

Diálogo y reforzamiento positivo

Reserva momentos exclusivos para hablar y disfrutar juntos, sin distracciones. Una técnica para buscar estos momentos es la de “El rato secreto”. Cuando en su póster ven que está escrito “rato secreto” (aunque no sepan leer) saben que ese es el momento en exclusiva de papá o mamá, donde no hay distracciones. Es la exclusividad para los “mimos” y hablar de las cosas positivas del día. Con la acumulación de estos momentos, que no tienen que ser muy largos pero si de calidad, se sienten satisfechos.

También es fundamental controlar tus propias pérdidas de control emocional. Hay momentos que podemos sentirnos superados y también tenemos que respirar hondo y manejar nuestra propia frustración. Suele ayudar no sentirse culpable si no lo hacemos todo perfectamente.

Es importante decirle cómo nos sentimos respecto a un comportamiento determinado y también saber escuchar o empatizar con los sentimientos que el niño/a está teniendo en ese momento. “Me siento enfadada cuando veo que no has recogido tu ropa”. “Entiendo que estés cansado, has hecho muchas cosas hoy, pero me gustaría que me ayudes”, “Entiendo que estés enfadado, debe ser difícil tener que pasar por esto, pero….…”.

Por otro lado, valida sus sentimientos y evita comentar “pero si eso no es nada, es solo una tontería de niños” Es importante que verbalizar sus sentimientos sea sano, haciéndolo de una forma adecuada.

Y, por último, céntrate en lo positivo, relativiza. Refuerza las conductas positivas que ha tenido a lo largo del día y quieres que desarrolle.

Fuentes de información

  • “Cómo hablar para que los hijos escuchen y cómo escuchar para que los hijos hablen”    A. Farber. Ed. Medici, 1997.“Padres liberados, hijos liberados”. A. Faber. ED. Medici.
  • “Padres eficaces y técnicamente preparados” T.Gordon. Ed. Diana. 1997
  • “Comunicación no violenta”. MB Rosemberg. Ed. Urano. 1999
  • “Las frases que harán grandes a sus hijos”. Jaime Delgado Orea. Plataforma Editorial, Mayo 2014
  • Calendario/ Agenda visual para niños y familias.  Ejemplos útiles en Pinterest.